lunes, 16 de diciembre de 2013

¿CÓMO SE PUEDE SER TAN HIJO DE PUTA?

   La relación del ser humano con el resto de seres vivos es complicada. Somos el depredador por excelencia, pero, no sólo eso, también destrozamos sus hábitats, los torturamos y, encima, evitamos la responsabilidad cobijándonos bajo la supuesta superioridad evolutiva.

   Es cierto que los animales, las plantas, los insectos... no escriben poemas ni construyen rascacielos, esa "creatividad", por decirlo de algún modo, nos hace distintos, especiales, pero no por ello mejores. Y si no compartís mi opinión os ruego encarecidamente que me justifiquéis vuestra respuesta. Somos, ellos y nosotros, seres que partimos del mismo cúmulo de circunstancias accidentales que dieron vida a este planeta; somos compañeros de vida; una misma vida que ha evolucionado y se ha adaptado de forma diferente según las distintas eventualidades que se hayan ido encontrando. No es mérito vuestro o mío que nuestros ancestros desarrollarán su capacidad intelectual. Ese accidente no nos eleva sobre los demás ni nos da un derecho mayor sobre ellos que el que la naturaleza nos otorga: la mera satisfacción de las necesidades para subsistir.

   Somos una especie omnivora, es decir, nos alimentamos de toda clase de sustancias orgánicas y, por lo tanto, también de otros animales. Lo cual no quiere decir que tengamos que maltratarlos o torturarlos. Tenemos herramientas suficientes para evitar o hacer lo más corto posible ese trance y lo sabéis.



   Hace unos días encontré en internet este vídeo en el que unos mal nacidos hijos de la gran puta (con todo mi respeto a las mujeres que ejercen dignamente su profesión) utilizaban a perros y gatos como mercancía. Los metían en jaulas pequeñísimas y se los lanzaban los unos a los otros (¡cómo las maletas en los aeropuertos!), los dejaban revolcándose en su propia mierda y los cebaban para poder venderlos más caros a los restaurantes. Da igual si eran cachorros o no, el maltrato era el mismo. Y no ladraban, no se sabe si petrificados por el terror o porque les habían cortado las cuerdas vocales. Viva la milenaria cultura china.


   Aunque no penséis mal, veo la viga en el ojo propio; nosotros tenemos espectáculos en los que se pagan dinerales por ver cómo se torturan animales hasta la muerte, como las corridas de toros o el toro de la Vega y, para muchos, eso es "cultura". Si esto fuese así, qué suerte ser un inculto.


   En el siguiente vídeo os presento al toro bravo en lo que sería su hábitat natural. Si olvidamos todo lo que nos han dicho de estos animales hasta ahora y viendo estas imágenes, lo que nos llega es que son seres tranquilos, como casi todos los hervíboros, que viven en manadas; no se pelean entre ellos y, por lo que parece, tampoco suelen a atacar a sus cuidadores, ya que los caballos no llevan ningún tipo de protección y si eso fuera lo común de su naturaleza, la experiencia los hubiera obligado a que llevaran algún tipo de coraza o que ocurriese como en los safaris, que trabajasen desde el coche. De todos modos, viendo que el mayoral, un hombre mayor de unos sesenta años o más, y el cámara que cubre el reportaje se encuentran a escasos metros de la manada y a pie, creo que muy muy agresivos no parecen ser. Es más, al principio dice el narrador, "es fiero si se le irrita", es decir, su naturaleza, en su estado común, es pacífico.


   Esto me hace pensar que a lo mejor sí es cierto que antes de la corrida se le hacen las aberraciones que denuncian numerosas organizaciones de defensa de los animales. Cosas como empaparles las patas con productos abrasivos para que no puedan estarse quietos, encerrarlos a oscuras para que al salir a la plaza se deslumbren y desorienten, serrarles la punta de los cuernos y limárselos sin anestesia, a sabiendas de que eso es hueso, durante unos veinte o treinta minutos, y muchas más. Por otro lado, aunque esto no fuese así, me parece de poca o nula humanidad, disfrutar con el sufrimiento de un ser vivo. Porque sufren. Que nadie me diga que la lanza que atraviesa músculos y siega vasos sangúineos y nervios, él no la siente. Y que tampoco nadie me diga que esos arpones que reciben el nombre de banderillas y que, casualmente, se clavan en torno a la herida ya abierta, desgarrándola aún más, él no las siente. Y, por supuesto, que nadie me diga, que esa forma de morir ahogado en su propia sangre, él no la sufre.

   Sé que muchas de las personas que se manifiestan en contra del daño a los animales y a la naturaleza, también lo hacen en contra de la caza o la pesca. Sinceramente yo no me veo capaz de ser el sicario que mata por deporte, pero, visto desde un punto de vista objetivo, esos animales viven toda su vida en libertad y mueren de un tiro, ¿no os parece la manera más natural y rápida de la que el hombre es capaz? Además, es beneficioso también para los receptores de esa carne, ya que, por lo general, suelen ser animales más sanos, porque viven al aire libre y se alimentan según les dictan sus instintos.

   Pese a lo que la mayoría piensa, no estamos hablando de ideas políticas. Ni muchísimo menos. Estamos hablando de ética, de piedad, de sentimiento; al fin y al cabo, estamos hablando de que el sufrimiento de los demás no nos sea ajeno.

   La sociedad avanza y con ella tiene que hacerlo nuestra sensibilidad. La tecnología o la ciencia, han de ir acompañadas de un progreso de nuestra lógica; he ahí la necesidad de seguir formando filósofos, gente que dedique su vida y su inteligencia a dilucidar los límites del camino correcto.

   Quiero que se entienda bien que este respeto hacia el resto de seres vivos, es una garantía para la salud del planeta en el que vivimos. Debemos actuar con conciencia y evaluando los efectos de cada paso hacia lo que llamamos "progreso".

    En conclusión, hace unos cientos de años había esclavos a los que no se les respetaba, se les usaba como cosas; o mujeres que tenían la condición de propiedad una vez pasaban por el altar. Hoy nos toca dar un paso más, un paso hacia la vida, hacia la armonía. Debemos volver a buscar nuestro espacio en la naturaleza como iguales. Esa es la única manera de frenar el deterioro del planeta y de la propia humanidad. Lo creáis o no, nuestra supervivencia también está en juego.

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